Cuando nos acercamos a la Navidad, nos disponemos, al mismo tiempo, a contemplar a este Dios de la Alianza, a este Dios creador que ama a su criatura hasta tal punto que le invita a ser su hija. Se acerca a nosotros, haciéndose niño él mismo. Nos invita a asemejarnos a él.
Cuando el Señor viene a nosotros, llama a los “pequeños”, a los despreciados, a los que no cuentan: ”En los alrededores se encontraban unos pastores que pasaban la noche al raso guardando sus rebaños” (Lc 2, 8).
Lucas nos introduce admirablemente en este misterio de Dios que se acerca a los hombres para renovar los lazos de Amor que, desde toda la eternidad, ha querido sellar con ellos. Envía a su ángel a los pastores maravillados, “y la gloria del Señor los envolvió con su luz”. El ángel les dice: ”No temáis, porque vengo a anunciaros una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy os ha nacido un Salvador… y esto os serviráM de señal: encontraréis a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 9-12).
Hoy se habla del “primer anuncio” al evocar el hecho que consiste en proponer el tesoro de la fe en Jesús, ”el Señor salva” (cf Mt 1, 21), a aquellos que no le conocen. Aquí, es el ángel del Señor, acompañado por ”un numeroso ejército celestial” (Lc 2, 13), quien se encarga de este primer anuncio. Se dirige a aquellos cuyo corazón no está ocupado y que todavía pueden escuchar la suave brisa del soplo del Espíritu. Él, que es ”de condición divina”, se presenta a los pobres como es en verdad: como mendigo del amor…
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Cartas a la familia menesiana, Provincia - 6 de diciembre de 2009 - Hno. Yannick, Superior General
“Que cada uno se sienta feliz con la alegría de los demás y sufra con sus penas.” (Regla de 1835)
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