Los Hermanos profesan una filial devoción a la Santísima Virgen,
modelo admirable y poderosa guardiana de la castidad,
y recurran a ella con la mayor confianza en todas sus tentaciones“.
Juan María
Llevamos tu tesoro en vasijas de barro
Llevamos tu palabra en nuestros pobres cántaros.
Levamos tu amistad en corazón parchado.
Y llevamos tus dedos en los hombros cansados.
Y tú, Señor, te juegas este lance alocado:
hacer con nuestra arcilla un cáliz y un sagrario.
Y así incansablemente estás recomenzando.
Con paciencia de artista, con paciencia de santo.
Tú sabes el camino por donde sube el llanto,
que lava nuestras manchas y humedece tu mano.
Tú sabes el camino por donde sube el canto,
que responde a tu amor con un latido humano.
Gracias, Padre alfarero, por tu verbo encarnado,
das forma a nuestra vida con tu soplo sagrado.
La fidelidad libre y generosa a “este don precioso de Dios” exige una lucha siempre difícil y a veces dolorosa. El hermano acepta la soledad inherente a su estado como la cruz que Jesús le invita a llevar en su seguimiento. Acepta su sexualidad y su temperamento con lucidez y serenidad, y se ejercita en adquirir un paciente dominio del corazón y del espíritu, sin el cual la conquista de sí mismo es ilusoria.
D n 37
2 Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
3 ¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
4 Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
5 Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
6 Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
7 En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
8 porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
9 mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
El hermano se siente feliz al poder ofrecer a los demás todos los recursos de su afectividad liberada, porque sabe que nadie puede vivir acá abajo sin amor, y que encerrarse en sí mismo significa condenarse a la esterilidad. Su amistad se expresa sin equívocos, con prudencia, claridad, sencillez y respeto a los demás.
D n 39
Amasar con cariño mi tierra,
aceptando el fracaso parcial,
entregar a la historia mi barro,
hecho cántaro pleno y total.
Lo que siento tapera en mi vida
para Dios es etapa tal vez,
provisorio proyecto de barro
que cacharro algún día ha de ser.
En sus manos mi greda se afina
se hace pasta capaz de moldear,
va creciendo, despacio por dentro
va dejando proyectos detrás.
Cha, que es duro creer en la historia
y aceptar los proyectos de Dios,
esperar en silencio mi fuego
el que Él para mi destinó.
Desde el fuego final de la muerte,
hecho cántaro regresaré,
en vasija, silencio y servicio
para el pueblo que habrá de nacer.
El texto nos habla de las dos situaciones más difíciles de manejar en las relaciones humanas: los deseos de vengarnos cuando nos hacen el mal y la tendencia a odiar a quienes consideramos nuestros enemigos. Detrás de las recomendaciones de poner la otra mejilla, de entregar también el manto y caminar dos millas, hay la misma lógica de no multiplicar en daño ni el mal.
Jesús nos invita a salir de nuestra lógica y entrar en la lógica de su Padre, que es la lógica sobre la cual se construye el Reino de Dios.
Sería absurdo esperar que en un gran grupo de hombres no haya nunca enfermos. No lo sería menos el suponer que en una congregación no existan caracteres difíciles, a pesar de las precauciones tomadas para elegir a los sujetos que entran en ella. Por otro lado, el carácter cambia a veces con la posición y los años. ¿Quién de nosotros podría asegurar que sus disposiciones actuales van a ser invariables? Así es quizá de nosotros mismos y para nosotros mismos que hablamos ahora. A ejemplo del apóstol San Juan, os repetiré sin cesar: Amaos unos a otros, estad llenos de indulgencia y misericordia los unos para con los otros, no os juzguéis severamente por miedo de ser juzgados. Mientras permanezcamos unidos, seremos fuertes, y seremos felices. Sí, esta unión santa será el encanto, la gracia y la fuerza de nuestra sociedad.
Quam bonum et quam jucundum habitare fratres in unum. In unum, no significa en la misma casa, sino en los mismos sentimientos, in eadem sententia, sino en la misma caridad. De modo que cuando unos de nuestros hermanos sufra, nosotros suframos con él, que cuando esté alegre, nosotros nos alegremos con él, tomando como divisa estas bellas y encantadoras palabras, cor unum et anima una.
Esto es tanto más necesario cuanto que estamos habitualmente juntos y siempre muy cerca los unos de los otros. Los más pequeños roces de carácter, si puedo expresarme así, al repetirse a todas las horas, causan enseguida desgarramientos. Es necesario, pues, que el aceite de la caridad alivie y cure estas llagas, en apariencia pequeñas, pero en realidad muy peligrosas puesto que se envenenan en seguida. Amémonos como hermanos, in visceribus Christi (con las entrañas de Cristo), sigamos el consejo del apóstol: que nada altere nuestra paz, nuestra unión, esta unión santa que no será rota por la muerte, será eterna como Dios mismo. (Sermón 674, pág 2399, sobre el espíritu de la Congregación)
Quiero, por el contrario, que ellos (los hermanos) estén llenos de indulgencia y de caridad para con sus hermanos, y que les disculpen en vez de acusarles. Esto no impide los buenos consejos que pueden darse entre ellos. Pero ¿cuántos espíritus falsos y envidiosos no juzgan mal las acciones de los demás? Ven una paja en el ojo de su hermano y no ven la viga que hay en el suyo. Alimenta su corazón, si puedo hablar así, de sencillez, de dulzura, de humildad, de caridad y de alegría, y todo irá bien. (Carta a Mazelier, el 31-08-1825)
Señor Jesús, al comenzar el día,
te ofrecemos nuestra vida entera.
Que el amor fraterno reine entre todos los que formamos la comunidad.
Que cada uno se siente feliz con la alegría de los demás
y sufra con sus penas.
Que todos nos prestemos ayuda mutua
para ir a Dios y realizar su obra cada día.
Que no existan jamás entre nosotros
ni contiendas ni rivalidades,
ni secretas envidias, ni palabras duras.
Aparta de nosotros, Señor, todo lo que hiere,
todo lo que divide, todo lo que altera la caridad.
Haz, Señor, que hoy y siempre
intentemos ayudarnos unos a otros a ser santos.
Que todos vivamos hoy con dulzura,
paciencia, humildad y fidelidad a tu Palabra.
Amén
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Profesión religiosa, Vocacional - 1 de octubre de 2009 -
“Que cada uno se sienta feliz con la alegría de los demás y sufra con sus penas.” (Regla de 1835)
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