Al recordar los primeros pasos de mi amistad con el Hno. Juan Alberto, caí en la cuenta de que dejarse ganar el corazón por Jesús, es conocer bien la “pequeñez” de los comienzos. Con este joven Hermano empecé a saborear el gusto de la “pequeñez”, pero no de cualquier “pequeñez”, sino de la que está destinada a la grandeza del Reino.Con su alegría, Juan me fue “animando” para que asumiera el riesgo de anunciar a Jesús en grupos nuevos, y en los que a veces, intuía una motivación muy débil y difusa hacia el mensaje de la Catequesis. Su empuje me daba las fuerzas para enfrentar con valentía mis propias limitaciones y las de los contextos complejos que, por momentos, agobian cualquier inicio. Me enseñó a estar atenta a aquellos procesos incipientes, que parecen sucumbir al no encontrar el tiempo ni el espacio para que la propuesta eche raíces.
Con él aprendí a permanecer paciente ante la hoja en blanco al intentar preparar un encuentro, o ante el inmóvil cursor del documento de word vacío en la computadora…; me ayudó en esos momentos de aridez en los que se nos hace más difícil la oración…
Juan me señalaba con su vida y con su entrega, que no estábamos ante cualquier “pequeñez”, porque en ella se daba casi imperceptiblemente el milagro: Jesús hacía crecer el Reino, con nosotros y en nosotros.
Con Juan conocí plenamente al Dios que cautivó el corazón de Juan María: un Dios providente, paciente y compañero… Con ese Dios y la cercanía de este Hermano, me animé a seguir caminando a lo largo de un itinerario, al que empezaba a sentirme convocada. Comprendí que no se trataba solamente de hacer un trabajo o nuestro trabajo, sino de encarnar una identidad. Y, como el descubrimiento de la verdad acerca de uno mismo es un camino lento y trabajoso, recuerdo a Juan sosteniéndome en más de una ocasión, guiándome en la relectura: “Ahí está Dios para ayudarnos a crecer con el mismo dinamismo de la semilla de mostaza.”
Y así junto a él fui enlazando mi vida a Jesús Buen Pastor, que fija su mirada en las personas concretas y cercanas, en menesiano: niños y jóvenes sin voz, sin rostro, con cegueras y parálisis. Ese descubrimiento despertó en mí esa compasión que el discípulo percibió en el Maestro cuando se le estremecían las entrañas. Cuando compartíamos nuestras experiencias, él me decía: “Ponete contenta, Juan María nos invita continuamente a tener los sentimientos de Jesús, a amar lo que Él amó y a despreciar lo que Él despreció.” Todo esto yo lo iba guardando en mi mente y en mi corazón…
Y mientras compartíamos vida y misión, pude ir entendiendo lo que es ser ángel para los demás y reconocer los ángeles que tuve en mi vida…y los que tenía en ese momento: tantos niños y jóvenes que eran presencia continua de Dios. Juan me guiaba a ver cómo ellos me liberaban, me acompañaban y me anunciaban Buenas Noticias.
Juan Alberto me fue ayudó a hacer la exégesis de la Palabra: “Dejen que los niños vengan a Mí”. A través de su manera de estar en medio de los niños y de los jóvenes, descubrí a un discípulo que aceptaba la misión de repartirles el pan por el que clamaban, incluso a costa de su comodidad y de su reputación como todo profeta. (“Los niños piden pan y no hay nadie para partírselo”).
Y así comenzó a resonar en mí el llamado de Dios a responder a mi vocación de cristiana al ESTILO MENESIANO. Juan Alberto ha sido uno de los intermediarios para que yo descubriera que mi vocación cristiana se plenifica en los LAZOS que estrecho con los niños y con los jóvenes en nombre de Jesús.
Que la alegría serena y profunda de Juan Alberto, que le nace de ese estar en nombre de Dios en medio de los “pequeños”, nos siga animando a todos a descalzarnos confiadamente ante el misterio de su Presencia en la vida de nuestros niños y jóvenes.
Que el testimonio de Juan Alberto ahuyente a lobos y mercenarios del redil de la escuela, y convoque a nuevos hijos e hijas de Juan María que vivan con humildad el llamado a ser imagen de Jesús Maestro.
Deidi Taborga
Compañera de misión
durante su paso por el Teodelina (V.G.G.)
Juan Alberto:
En realidad cuando me pidieron dar mi testimonio, pensé, cuánto puedo llegar a conocerte??? No sé si es mucho o si es poco, pero en realidad solo sé que eres esa personita que nos brinda palabras cálidas, de aliento y estímulo cuando estamos desanimados, nos escuchas y nos regala esos acertados consejos para aceptar, comprender y caminar el difícil sendero de la vida; brilla por su alegría contagiosa y sus divertidas ocurrencias, siempre dispuesto ayudarte…
Por todo ello solo espero que sigas brillando, viviendo cada momento a full, que sigas siendo lo que ya eres, una creación única de Dios.
Te quiero mucho…
Yesi
Profesión religiosa, Vocacional - 16 de octubre de 2009 -
“Intente vivir como un ángel.” (ATC VI p. 303)
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