Menesianos

Palabras del Hno. Juan Alberto

“Gracias Señor”

Rezando junto con mis hermanos me llamo la atención la frase del salmo 106 “Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace por los hombres”. Creo que esta frase encierra lo que experimento en este momento: una profunda gratitud y asombro por la obra de Dios.

Gracias a mi familia, primera tierra santa, que con sus procesos, sus alegrías, sus dolores, sus búsquedas, con su vida, colaboraron para que la vida que Dios sembró en mi corazón se desplegara. Gracias por enseñarme a ser Hermano en todo momento, sobre todo en los tiempos compartidos con todas sus realidades. Gracias por enseñarme que hay pequeños, no sólo en las aulas, sino en la misma gran familia.

Gracias a mis Hermanos de Congregación, los presentes aquí y los presentes en comunión con Juan María y Gabriel Deshayes, en el mundo entero, por ser Hermanos. Por ser concreción del rostro de Jesús que cada día me enamora y seduce más. Gracias por la paciencia que me tienen y su compañía. Por sus consejos, su presencia. Gracias por mostrarme el tesoro de vivir en comunión e invitarme, con ardor renovado, a generarla con ustedes y entre ustedes. Gracias por su sí generoso, invitación y profecía de mi sí de hoy.

Gracias a los educadores, laicos, miembros de toda la familia menesiana. Porque con sus espacios, sus compromisos, con la vida compartida, con sus búsquedas, me han enseñado la riqueza de los cotidiano; de dar el tiempo para la escucha; de ser discípulo en lo real y concreto de la vida. Gracias por enseñarme a abrir la tienda de mi corazón a nuevas realidades, culturas, contextos, personas.

Y gracias a ustedes, queridos niños, jóvenes. Gracias. Ustedes también me enseñan a ser Hermano, junto con mis Hermanos, en medio de sus realidades. Gracias por la sinceridad de sus palabras, por la vitalidad de sus acciones; por sus preguntas y sus búsquedas. Porque me hacen buscar caminos nuevos, no sólo para que los conozca, sino para que Jesús llegue a ustedes y ustedes se encuentren con él.

Gracias a la Iglesia, y en especial a esta comunidad de la Carrodilla. Aquí empezó mi vida de fe: de monaguillo, acción católica, de primera comunión. Mi vida de descubrirme como parte del sueño de Dios que sembró en mi corazón, y que la Providencia fue desvelando en los patios de una simple escuela lujanina que se llama San Pablo. Con unos Hermanos que allí, compartiendo su vida, me mostraron que puedo descubrir a Dios y a mis hermanos en medio de las tizas, de los pizarrones, de los patios, de las aulas y del tiempo compartido.

Quiero dejar dos consejos. Para descubrir el sueño de felicidad de Dios para vos, para mi, para todos, no hay otra que escuchar el corazón. Allí en lo que te copa, en lo que te hace sentir más pleno, más vos mismo, más auténtico, más libre, allí está presente la vocación a la que Dios te llama: escuchala.

Y segundo: si ya escuchaste esa voz, no tengas miedo y arriesgate. Hacete cargo de esa voz, de ese sueño. Y empezá a caminar. Y no tengas miedo, porque no estas sólo. No es tu sueño. Es el sueño de él que quiere contar contigo.

Quisiera que juntos demos gracias a Dios por su amor infinito por cada uno. Amor que llena de alegría y que confirma el sí, el que cada uno de los que estamos aquí damos a cada rato. Para que en nuestra vida, en nuestra historia descubramos los pensamientos de amor, de paz que Dios tiene.

María, madre de la Carrodilla, vos como primera discípula y misionera acompañame y ayudame a vivir por Dios Sólo, abandonándome en la Providencia. Amén.

Noticias - 3 de febrero de 2010 -

“No se puede vivir bien, mientras no se sepa orar bien.”

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